En este espacio de revisionismo no académico, contaré la historia Argentina que no te enseñaron en la escuela, serán desenmascarados los traidores disfrazados de héroes, y los verdaderos héroes, que mayoritariamente fueron difamados, exiliados, torturados y/o asesinados, serán difundidos por su inmensa importancia en la formación de la identidad, fundamental para la construcción del presente y el futuro de nuestro país.
"Si los pueblos no se ilustran, si no se
divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe,
nuevas ilusiones sucederán a
las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la
tiranía."
El Chacho Peñaloza, un caudillo tardío que sería
asesinado y decapitado a instancias del “civilizador” Sarmiento, escribirá al
doctor Marcos Paz, vicepresidente en ejercicio de la presidencia en reemplazo
de Mitre, que guerreaba en el Paraguay: “Esa influencia, ese prestigio [de sus
hombres] lo tengo porque como soldado he compartido al lado de ellos por
espacio de 43 años, compartiendo con ellos los azares de la guerra, los
sufrimientos de la campaña, las amarguras del destierro y he sido con ellos más
que jefe, un padre que ha mendigado el pan del extranjero prefiriendo sus
necesidades a las mías y propias. Y por fin, porque como Argentino y como
Riojano he sido siempre el protector de los desgraciados, sacrificando lo
último que he tenido para llenar sus necesidades. Así es, señor, como tengo
influencia y mal que le pese la tendré”. Razón tenía Arturo Jauretche cuando
decía que “el caudillo era el sindicato del gaucho”.
[Pacho O’Donnell, en Caudillos Federales, el
grito del interior]
Congreso Internacional de Federalismo y Territorios en La Rioja
Dorrego es uno de
nuestros próceres mayores, avaramente reconocido por la historia oficialque sólo recuerda su condición de “fusilado”
para no ahondar en las razones de su muerte, ni inculpar a su verdugo ni a sus
autores intelectuales. Asumió como gobernador de Buenos Aires luego de que
Rivadavia renunciara tras el escándalo provocado por su emisario Manuel J.
García, obediente a los dictados de Gran Bretaña, al ceder al Brasil la Banda
Oriental a pesar del triunfo de las armas argentinas en Ituzaingó. Dorrego
había sido representante en la Legislatura porteña del caudillo federal Ibarra,
gobernador de Santiago del Estero, y allí había denunciado las arbitrariedades
y corruptelas de don Bernardino y los suyos. Obtuvo de ese modo el favor de los
sectores populares, que lo consideraron un representante confiable de sus
intereses avasallados por la burguesía comercial, los “decentes” del puerto.
El
nuevo gobernador, de profundas convicciones democráticas, había dictado medidas
drásticas a favor de las clases populares: fijó precios máximos para el pan y
la carne, suspendió el odiado régimen de reclutamiento forzoso y prohibió el
monopolio de los productos de primera necesidad. También suspendería las
faraónicas y sospechables obras públicas iniciadas por Rivadavia, y prohibiría
las exportaciones de oro –pese a las protestas británicas- y nuevas emisiones
de papel. Su política económica tuvo éxito: en febrero de 1828, según Miron
Burgin (1960), “el peso recuperó casi todo el terreno que había perdido el año
anterior”.
No
será extraño entonces que en ese contexto aparezca escrita por primera vez en
nuestra historia una palabra que carga una intensa significación. Cuenta el
general Iriarte en sus Memorias que
cierto día, acompañado por Carlos de Alvear, se cruzaron con Dorrego en una de
las calles céntricas de Buenos Aires. Dorrego vestía un traje ostensiblemente
desaliñado, y su apariencia era desprolija. Iriarte anota entonces: “Excusado
es decir que esto era estudiado para captarse la multitud, los descamisados”.
[Fragmentos
de “Caudillos Federales, el grito del interior”, por Pacho O’Donnell]
Breve semblanza: Manuel Críspulo Bernabé Dorrego, nacido el 11 de Junio de 1787 en Navarro, Bs. As., y fusilado 41 años después por Juan Galo de Lavalle, fue revolucionario en Santiago de Chile, soldado y eficaz coronel del Ejército del Norte, exiliado político, periodista, legislador nacional y gobernador de la provincia de Buenos Aires. Vehemente, díscolo, insubordinado, apasionado, pagó con su muerte los aciertos de su vida política: haberse mantenido fiel al pensamiento republicano y democrático y, sobre todo, haber sido el primer líder popular de la Argentina y referente del federalismo rioplatense. Sin embargo, en comparación con su grandeza, es el gran olvidado de la historia nacional.
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Manuel Dorrego-Programa: Caudillos-Canal Encuentro